La semana pasada, mi novio me contó algo que me pareció interesante compartir.
Una tarde, él iba caminando cerca de su casa y vió a una señora anciana abrazada a una columna con expresión de susto. Entonces se acercó a preguntarle qué le pasaba y ella le respondió pidiéndole que vaya a la farmacia de enfrente y que le compre un medicamento que necesitaba con urgencia. Él agarró el dinero y le pidió al farmacéutico el remedio pero éste le respondió que le diga a la señora que no lo tenían (parece ser que ya había ido a pedir el antibiótico ahí). Entonces mi novio volvió con la señora y le dijo que lo espere ahí, que iba a intentar conseguirlo en otra farmacia del barrio. Luego de 40 minutos lo consiguió, pero cuando volvió a entregárselo, la señora no estaba. Le tocó timbre y la señora bajó. Al verlo, la anciana no podía creer que haya perdido tiempo en una cola con tal de conseguirle el remedio. Le agradeció una y otra vez, le dijo que se quede con el vuelto y que si alguna vez necesitaba algo no dude en tocarle el timbre.
Cualquiera pudiera haberse ido con el dinero y jamás volver. Es importante que se valoren estas actitudes solidarias en las que todos salimos beneficiados, sin necesidad de egoísmo. Se debe transmitir este deseo de intentar lograr el bien común con pequeñas acciones.
María Victoria Galli
